jueves, 19 de junio de 2008

La censura en la España franquista

Desde el principio trató Franco de controlar lo incontrolable, la opinión. Obviamente cambiar esto no estaba en mano del general, pero si que podía esconder todo aquello que no estuviera destinado a exaltar el régimen del Caudillo. ¿y cómo?, pues con la censura.

Para Franco la libertad de prensa era un serio inconveniente para gobernar. Incluso llegó a decir en una entrevista al diario The Evening Star que “el pueblo español goza de unas que son libertades desconocidas en el este y centro de Europa. Hay limitaciones a esa libertad, pero sólo aquellas que se necesitan para mantener el orden”.

El Generalísimo sufría una marcada aversión por la democracia que él mismo justificaba diciendo que cuando en España la tuvimos no nos fue nada bien. Incluso se permitía el lujo de bromear con el tema de la libertad de prensa, llegó a comentar que le divertiría gobernar con libertad de prensa. Pero el caso es que esto no sucedió.

Hablamos de una época en la que el concepto de periodista era el de una persona que sólo tiene por misión el tener a “la verdad, a la patria y al servicio de ésta como principal objetivo”.

Esta claro que era imposible realizar una prensa libre en una España en la que todo estaba sometido a la figura de Francisco Franco. Y prueba de esta sumisión es que tras el 20 de julio de 1949, el primer periodista, el poseedor del carnet de prensa número uno era el propio Franco, y el segundo, Ramón Serrano Suñer.

En la España de posguerra la situación era la siguiente: los periódicos tenían misión de ser “institución nacional”, eran dirigidos desde el propio poder político, se censuraba todo aquello que no conviniese a los gobernantes, y se obligaba a publicar todo lo que el poder quería en cada momento.

Lógicamente casi nadie estaba de acuerdo con esta situación, que se trataba de argumentar con planteamientos tan débiles como que “el Gobierno y la opinión pública, ninguno infalibles; pero mientras el Gobierno es un gestor responsable del bien común, la opinión pública es solamente colaboradora en la gestión del bien común”. Era poco argumento para explicar esta coacción informativa. Y es que nada puede justificar la metódica represión de la censura.

El caso es que esta censura no sólo tenía como objetivo el desinformar a los ciudadanos, también servía para que los políticos vieran en los periódicos un gran trampolín para sus acciones y logros políticos. Además, al régimen le interesaba más vencer que convencer; total, llegarían al pueblo mediante la acción de la censura.

Se llegó incluso a quemar todo libro de ideas marxistas, liberales, separatistas,...todo aquello que fuera ajeno a la renovación que España había emprendido. “Era esta una de las etapas más negras de la historia de la cultura, presidida por un espíritu de revancha que llevó a la derecha a tratar de imponer sus estrechas y alicortas ideas”.

Pero para los dirigentes del régimen no estaban haciendo nada extraño, era normal querer preservar a los ciudadanos de informaciones con contenido “non grato”; era la de la Prensa una labor que tenía como fin complementar a la educación de un pueblo que por aquella época carecía de una buena formación.

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